Corría el año 1888, cuando Doña Josefina de Gaeta, que se encontraba en un pequeño pueblo de Italia del sur, comenzó a elaborar artesanalmente pastas y a comercializarlas. Un par de años más tarde con su esposo, Don Francisco Gaeta, con esfuerzo, empuje, trabajo y dedicación agrandaron juntos esa pequeña empresa familiar. En primera instancia construyó un molino para producir harina con sus manos y los pocos medios a su disposición (eran tiempos duros y difíciles; la noria de dicho molino que giraba era tirada por un burro y los tallarines se secaban sobre cañas al aire libre). Todo en aquel entonces era muy rudimentario y sacrificado.
El matrimonio tuvo hijos y varios nietos. Uno de ellos, Don Rafael Gaeta, cruzó el océano en el año 1963 y llegó a la localidad de Marcos Paz ubicada en la Provincia de Buenos Aires, Argentina. En este lugar comenzó a forjar con esfuerzo, trabajo y perseverancia una fábrica de pastas frescas. Más tarde sintió el legado familiar de sus antepasados y se dedicó por completo a las pastas secas. La empresa fue creciendo y progresando y hoy es una industria líder con maquinarias de última generación.
Actualmente los hijos de Don Rafael continúan la tradición y los legados de su padre: trabajo, respeto, perseverancia, pasión y amor a Dios.